Garzón. La paz de un pueblo que duerme la siesta.

Todos aquellos quienes al igual que yo, han transitado las rutas del Uruguay, seguramente habrán podido descubrir un país que vive en calma, habitado por gente amable y humilde.

A diferencia de lo que sucede con su vecino rioplatense, aquí nadie corre. Muy por el contrario, sus habitantes han aprendido a disfrutar la vida de a poco, como si se tratara de un buen mate, esa bebida infaltable en las manos de cualquier uruguayo que se precie de tal.

Esta calma, es el reflejo del alma de una sociedad que ha aprendido a vivir sus diferencias sin crispaciones y a celebrar sus logros con la templanza de los pueblos sabios.

Una atmósfera particular y distintiva se traduce en cada alto del camino, cuando uno se adentra en alguno de sus pueblos, justo allí, cuando el paisaje se tiñe de distintos tonos de verde y se mancha con los colores de los cuadros sembrados. 

En un entorno más o menos así, uno llega al pueblo de Garzón, ubicado en el departamento de Maldonado a 33 Km de José Ignacio en el partido de Maldonado o 65 km de la glamorosa Punta del Este.

La paz que se respira, pareciera indicar que el pueblo todavía no se despertó de la siesta. Sus escasos 200 habitantes, disfrutan del silencio, que solamente es interrumpido por el canto de un pájaro o de alguna chicharra.

Con sus calles de tierra pero orgulloso y prolijo, Garzón se deja recorrer invitándonos a olvidarnos de nuestras urgencias. Aquí no hace falta apurarse, ya que a todos sus rincones se llega rápido sin prisa.

Hoy, alberga un par restaurantes y posadas boutique que abren sus puertas como quien invita a un amigo a comer a su casa y quizás, su estrella principal sea el homónimo hotel y restaurant Garzón, atendido por Francis Mallmann, el chef argentino de renombre internacional.

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